Reflexionar sobre nuestras prácticas pedagógicas con TIC

Para mí reflexionar es mirarse a uno mismo, mirarse hacia adentro y hacia afuera. Una persona reflexiva es un observador del observador que es, para ello toma distancia de sí mismo y observa qué cosas hace aquel personaje que es él mismo, identifica cuáles son las razones por las que hace eso que hace, se hace consciente de qué piensa acerca de eso que hace, de cómo se siente con lo que hace, se da cuenta de qué dice sobre lo que hace.

Creo que la reflexión es un motor de aprendizaje inmenso porque puede permitir o facilitar el cambio de concepciones y creencias, que desde mi punto de vista actual es el aprendizaje más complicado. Se puede aprender fácilmente a hacer cosas, a decir cosas, a manipular herramientas, a repetir procedimientos. Pero creo que aprender a pensar diferente es difícil.

Creo también que un maestro reflexivo es un sabio. Es capaz de identificar qué hace, por qué lo hace, si es coherente eso que hace con lo que piensa, si lo puede hacer mejor… y cómo lo puede hacer mejor. Lamentablemente conozco pocos maestros reflexivos. Como es una actividad en ocasiones «dolorosa» son pocos los que la realizan (o mejor, realizamos) con frecuencia. Es difícil enfrentarse a uno mismo diciéndose que esto o aquello no está muy bien, que se está fallando en algo, que hay que cambiar esto otro. Las limitaciones de tiempo tampoco ayudan pues cambiar implica una gran inversión en este recurso.

Después de asistir a un congreso (RIBIE-Col) al que fueron muchos maestros a contar sus experiencias, siento la pertinencia de volver sobre la reflexión. Me parece que pocos son conscientes del poco impacto de sus prácticas. En un caso que he estudiado de cerca, el profesor considera que usar TIC le garantiza el éxito en su ambiente de aprendizaje. Usar por usar. No se ha preguntado usar para qué, qué hay detrás de ese uso. Pero tampoco se ha mirado, no ha reflexionado, no sabe si su discurso y su práctica son coherentes (y, especulo yo, no le importa saberlo), no sabe si las estrategias que sigue le permiten alcanzar los objetivos que se ha trazado, no sabe por qué hace lo que hace ni cómo lo hace. Ha llegado a un punto tal que hace cosas de manera automática, repetitiva, las ha hecho así por muchos años, cree que le han funcionado, así que para qué cambiarlas.

El congreso me deja la sensación de que hace falta volver la mirada hacia nosotros mismos como maestros para aclarar qué valor agrega la tecnología a lo que hacemos, pero más aún, a lo que esperamos que ocurra con y en nuestros estudiantes.